lunes, 20 de julio de 2009
Aeropuerto de Barajas, Madrid, 16/07/09
Deja vu: acabo de pasar frente a un bar de tapas y me detuve. Los mosaicos. Conozco esos mosaicos. Son mi único recuerdo en Madrid, Tengo una foto ahí. Mi única foto en Madrid, en Barajas: junto a mí, un señor gordo, canoso, con una copa de vino o de sidra en la mano; yo sonrío de la única manera en que sabía sonreír frente a una cámara: con la boca cerrada y los cachetes plegados, amontonados bajo los ojos. Tenía diez años y los motivos de mi viaje eran estrictamente futbolísticos. Los días previos no habían estado colmados de despedidas, de consejos. Nada de “andá adonde la vida te lleve y viví el presente con los cinco sentidos”, ni mucho menos de “espero que encuentres lo que buscás (pero primero tendría que saber qué es lo que busco; no, eso es lo menos importante; etcétera). En ese momento no había incertidumbre, ni auriculares que deslizaban “we don’t need no education”, ni ese súbito pinchazo alegre al notar un salón para fumadores cada cincuenta pasos. En aquél momento no dejaba nada atrás, no tenía la menor idea de lo que significaba un paréntesis en el tiempo o en el espacio, un salto al vacío.
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Precioso hermano, preciosa experiencia, preciosa escritura, preciosa nostalgia que me da leerte.
ResponderEliminarTu preciosa hermana