Las Ruinas de Pompeya son un lugar único en el mundo. Una ciudad con sus callecitas, sus puertas y fachadas, sus ventanas, templos, columnas, sus panaderías, termas, burdeles y edificios de administración pública, sus fuentes de ricos, sus rincones de pobres, sus teatros, anfiteatros y mosaicos. Una ciudad, Pompeya, que quedó enteramente sepultada bajo la lava del Vesuvio una maniana de agosto del 79 D.C. Una ciudad que sigue siendo una ciudad, pero inhabitada, inmóvil. Una ciudad en la que sigue en pie el anfiteatro más antiguo que aún existe y donde, en la fachada de una casa, todavia se puede leer, como signo de status, "cave canem", la más vieja de las placas que indica "cuidado con el perro".
Sin duda, el arte que se conserva, erosionado por el polvo de los milenios, son maravillosos reflejos interpretativos del pasado.
Ahora bien, lo más impresionante de todo: el burdel. El único de los veinticinco burdeles pompeyanos de aquel entonces que no se disfrazaba de otra cosa. Cinco habitaciones pequenias con sus camas de piedra, sus almohadas de piedra, y un dibujo fascinante encima de la puerta de cada pieza, un dibujo que representa una posición sexual entre un hombre y una mujer, la especialidad de la chica que trabajaba en esa habitación. Quedan regitros de los proxonetas, los precios, la clientela de esta sociedad que, a la hora de hablar de sexo, o de practicarlo, no entendía de tabúes, como debe ser.
En la estación de Nápoles perdí un tren por segunda vez, e igual que la anterior, llegué corriendo al andén cuando el tren aún estaba detenido, mientras me acerco comienzana sonar los motores, y un par de segundos antes de llegar a la puerta el tren arranca, arranca pero va más lento que tus pasos, y vos te quedás con la mano enganchada a la puerta, acompanias al tren como en una despedida dolorosa, la velocidad aumenta y empezás a correr sin despegar la mano de la puerta, hasta que te cansás y te das cuenta de que es inútil, maldecís tu suerte, puteas al aire varias veces, descargás energia, sentís que estás transpirado, hace frío pero el sudor te brota como riachuelos congelados, y tenés encima una mochila de quince kilos, un bolsito cruzado y una bolsa de dormir, y lanzás todo eso contra una columna y te sentás, prendés un cigarrillo, te ponés los auriculares con una canción que te guste mucho, controlás tu respiración y te tomás el próximo tren.
Napoles es una ciudad de rostros proletarios y fachadas abandonadas, largas subidas angostas abigarradas de ropa tendida, pintadas anarquistas. En Napoles hay una iglesia cuyo interior no difiere mucho del Vaticano. En Napoles unos estudiantes de de una escuela publica de arte se manifestaban con altavoces y consignas tan tan UBA. En Napoles falta el aire en las calles estrechas, demasiada gente, demasiados negocios, los autos te pisan. Napoles fue navidad y Maradona a cualquier lugar donde volteara. Argentina, me decian, e molto grande nel mio cuore. En Napoles hay castillos a orillas del mar y jovenes como salpicones dibujando a lapiz algun retrato o paisaje, sentados en algun punto cualquiera de la vereda. Napoles es una ciudad de fachadas descascaradas, rostros descascarados. En Napoles la musica emanaba de radios de la epoca en que el cassette estaba recien salido del horno.
Llegué a Pompeya al mediodía. Fui a la oficina de información para preguntar un par de cosas. Mientras escuchaba el parloteo incesante de la ambalísima seniora y recibía suficientes folletos como para empapelar a un hipopótamo, pensaba que se me estaba haciendo tarde para ir a las ruinas, y que me tendría que quedar un día más en Pompei. No me hice problema, la verdad, no tengo mucho apuro. Al final me dijo que el hospedaje más barato era una especie de minicaravana que te alquilaban en un camping, a poco más de un kilómetro. Agarré mis cosas y encare en esa dirección. Había caminado menos de dos cuadras cuando un auto freno junto a mí, bajo la ventanilla, y el conductor me preguntó adónde iba, si estaba recién llegado, si hablaba espaniol. Sí, le dije, al Camping Spartacus. Subí que te llevo, dijo, y yo contesté grazie mile y me subí. Me contó que era el duenio de la oficina de turismo y me preguntó si tenía dos minutos, porque tenía que buscar al chico en la escuela y llevarlo a la casa. Después dimos unas vueltas mientras charlábamos de todo, de Italia, de Argentina, de costumbres y comidas, de nosotros. Dijo que tenía treinta y cuatro anios, dos hijos, que estuvo casado una década y se divorció hace seis. Dijo que tenía un B&B, y que podíamos ir a verlo. Dijo que yo estaba ahí como amigo y no como cliente, me convidó un café y dos cigarrillos. Ya me habían dicho que los italianos del sur eran así, más hospitalarios, más sencillos, menos chetos que los del norte. Pero esto ya me parecía demasiado. Me dijo que si el lugar y la habitación me gustaban, me podía quedar gratis todos los días que quiera.
Me contó que está en pareja hace tres anios con una chica muy linda, de veintidós, que viven juntos (su casa es el B&B), que tienen una relación tranquila, libre y abierta. Que se llama María.
Me preguntó si me gustaba fumar. Dijo que a María le encantaba. Me llevó a la casa y dejé mis cosas. Me preguntó si la casa me gustaba, si la habitación estaba bien. Con las pupilas brillantes, asentí. El cuarto para mi solo, con un cuadro, una mesa de luz con lámpara, una plantita con flores, una mesa, un escritorio, un espejo y un placard. En la casa, colmada de objetos antiguos, hay cinco habitaciones y un jardín donde se pasea un perro que parece un león y costó cuatro mil euros.
Me llevó a la oficina, conocí a María (que trabaja ahí), charlamos un rato y nos fuimos a comprar marihuana. Quise pagar la suya, mínimo gesto de retribución, pero no me dejó. Armó un porro mientras manejaba y hablábamos de cualquier tema y me seguía ofreciendo cosas. En un momento le pregunté qué pensaban de Berlusconi. Dijo que es un tipo muy capaz, de una inteligencia finísima, que había hecho muchas cosas y que no había mejor alternativa. Dijo que era de la linea de Hitler y Mussolini. Le pregunté si esa linea le gustaba. Contestó que sí, que siempre había sido de derecha, que se recuerda con seis o siete anios siguiendo a las juventudes nacionalistas. Me preguntó qué era yo. Anarquista, dije. Nunca entendí la anarquía, dijo. Pero suelo decir que soy de izquierda, es parecido y es más fácil de entender y de explicar. Nunca pude pensar en términos de izquierda, dijo. Sin la menor agresión, seguimos la conversación un rato más.
Llegamos de nuevo a la oficina y prendimos otro porro. Entre pitada y pitada me pregunto si podia ayudarlo en algo diez minutos, y luego nos iriamos a casa. Por supuesto. Me llevo frente a una mesa baja de madera, pintada de rojo. Me dio un papel de lija y me dijo que empezara, mientras el hacia lo mismo con unas sillas. Comence a lijar la tabla por dentro y por fuera. Lo hice con tranquilidad, procurando hacerlo mas o menos prolijo, luchando contra mi absoluta inexperiencia en ese y otros oficios manuales, y sobre todo contra mi grima: la lija y la goma espuma son las unicas dos cosas que me causan ese erizar de pelos terrible que a otros les causa el tenedor raspando la olla o las unias raspando el pizarron. Cuando termine con las dos mesas, me pidio que las pinte. Me alcanzo una brocha y un frasco de agua de tinta o tinta de agua, no se como se dice. Mientras pintaba, no podia evitar acordarme de mi opa, que siempre le gustaba hablar de su muebleria. Llegaron otras personas y se quedaron un rato largo charlando con Maria y Carmine en la oficina. Yo seguia sumando capas de pintura en la vereda. Cada media hora venia el y me decia que en diez minutos nos iriamos a casa. Nos encerramos un par de veces mas en la oficina a fumar porro. Finalmente nos fuimos. Me duche y nos sentamos a cenar.
Durante la cena, me vi obligado a derribar un obstaculo que creia insuperable: la lechuga. La cena estuvo muy bien, fluia el vino tinto y la conversacion. Durante la cena, me dijo que si el me viera en la calle pensaria que soy suizo, austriaco, quiza aleman. Me pregunto de donde salia mi pasaporte aleman. Abuelos, judios, nazismo. Ah, hebrei?, sobrevivientes?, dijo sorprendido, y agrego, despues de un silencio tenso: yo soy de derecha, volviendo a lo anterior, pero... mmm.. creo que esas cosas no estan bien. No, claro, claro.
Carmine prendia un porro tras otro. Maria se negaba a fumar en un principio. Dijo que antes fumaba todas las noches, pero que hace tres meses habia dicho basta y no volvio a tocarla. Cuando yo fumaba, desde el otro lado de la mesa Carmine me hacia senias de que le pasara el porro a ella, que le insistiera, hasta que Maria cedio. Despues de un rato a Maria se le antojo dulce y el y yo nos fuimos a conseguirle rococo, una masa tipica que sabe a nuez. A poco de empezar el camino, el me dijo que esta era una noche especial. Que la veia bien a Maria, contenta, muy relajada. Que habia fumado por primera vez en tres meses y que todo eso tenia que ver conmigo, con que a ella le gusta mi presencia. Seguimos dandole vueltas al tema, sutilmente. Me recordo que la relacion de ellos es abierta. Y que el destino nos habia cruzado. Cada tanto, me preguntaba si yo entendia. Seguia hablando de lo mismo, de a poco agregaba elementos. Me dijo que creia que, de una manera muy tranquila, yo le gustaba a Maria. Y ella a mi. Y que el no tendria problemas si yo quisiera estar con ella, porque si esta contenta a el le basta. Dijo, despues de unos minutos, que era la fantasia de ella. Y un poco de el. Que nunca lo habian hecho, que pensaba que yo era el indicado, siempre y cuando yo este de acuerdo con la idea y Maria me guste. Lo pense unos instantes. Le pregunte si estaba seguro, si no habia problemas. Le dijo que Maria era linda y que la idea me parecia bien. Respondio mis pocas preguntas, dijo que Maria era una chica muy dulce y muy delicada, que quiza con un par de besos ya estaba bien o que quizas. Dijo que todo dependeria del fluir de las cosas, que Maria podia querer estar conmigo, con el o con los dos. Que el estaria presente, y que no creia que Maria y yo fuesemos a tener sexo propiamente dicho. Dijo que le gustaria que pasara esa misma noche, pero que si no, de todos modos, yo me quedaria dos noches mas con ellos. Entonces me baje del auto y fui a comprar los dulces, pero ya habian cerrado. Me dijo que esa noche trate algo, un beso, una caricia. Volvimos. Maria estaba en el sillon mirando tele, con ojeras. Charlamos un rato, ella se quedo dormida y el se fue. Antes de desaparecer, me hizo una senia. Esta dormida, le dije. No importa, despertala y fijate. Delicadeza, mucha delicadeza. Intente despertarla, pero apenas abrio los ojos llamo a Carmine. Vino y hablamos un rato. Ella dormida de nuevo, y el se vuelve a ir. Dijo que no hacia falta que la despierte, que intente acercarme y acariciarla un poco. Se fue. Eso hice. Esta vez, cuando ella desperto y me vio tan cerca, lo volvio a llamar, pero mas fuerte. El volvio, y todos nos fuimos a dormir.
Despues de desayunar me fui a ver las ruinas. Estuve todo el dia ahi, y cuando volvi a la oficina vi caras largas, gestos fastidiosos, me parecio que discutian. Mientras ibamos a casa, nadie dijo una palabra. A la hora de cenar, el no vino a la mesa. Le pregunte a Maria si estaba todo bien. Me contesto que Carmine no tenia hambre, problema de trabajo, esta muy nervioso. Ahora se tiene que ir, y yo me voy con el. Volvemos en un rato. Prendi un porro y me sente a leer con musica de fondo. Hora y media, dos horas despues volvieron. Me saludaron con un gesto y se fueron directamente a la habitacion. Al rato yo tambien me fui a dormir. La luz de su habitacion seguia prendida, y se escuchaban voces. Apague la luz y me acoste. A los cinco minutos entro Carmine y me pregunto si queria fumar. Fui. Me conto los problemas laborales, un socio lo habia estafado. Luego retomo el tema de la noche anterior. Me pregunto si le habia dado un beso, y le conteste que no habia pasado nada. Le dije que no estaba muy seguro de que Maria quisiera algo conmigo. Me dijo que el creia que si. Que hoy ella le habia hablado de mi. Me pidio que la fuera a buscar y le diga que venga. Para que, esta durmiendo. Vos decile que venga cinco o diez minutos. Golpee la puerta, llame su nombre, pero nadie respondio. Desde el living, el me decia que abra la puerta, entre, la despierte y le pregunte si quiere venir un rato con nosotros. Si dice que no, insistile. Le dije que no, que ya era demasiado despertarla, que no insistiria ni una vez. La desperte y ella dijo que queria seguir durmiendo. Volvi al living y el me dijo algo que no entendi. Mi italiano es pesimo, pero su ingles y su espaniol son aun peores, asi que siempre hablamos en italiano. Lo que no entendi podia significar: ella me hablo de vos para maniana; voy a hablarle de vos para maniana; maniana voy a hablar con ella. Y nos fuimos a dormir.
Podria continuar la descripcion minuciosa del dia siguiente y de la maniana posterior, pero seria llover sobre mojado. Maria nunca quiso nada, y nunca se libero el juego retorcido de tener un trio con dos nazis hospitalarios. Quiza cuando llegue a Buenos Aires les mande una botella de vino tinto. A Maria le gusta.
Final insipido de la historia telarania.
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En napoles entre en un hostel a preguntar el precio y me dijeron que se discutia despues de cenar.... salio un gordo de la cocina diciendo "la pasta e pronta!" y comimos penne en la terraza y entonces. un gran abrazo, maria desde Oran.
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