Hace un par de semanas María me habló de unas cuevas que ella recordaba haber visitado de chica, y que quedaban en Mallorca. Con lo fácil que es hoy en día, averigüé. Hoy fui, entonces, a las Cuevas del Drach. Me tuve que despertar a las ocho de la mañana para llegar a las doce.
Sin duda es la cueva más impresionante que vi en mi vida, pero también la menos virgen, la menos natural. Está toda estratégicamente iluminada para resaltar lo que debe ser resaltado. Por momentos parece un lounge de Palermo. Y el sendero está perfectamente marcado por pasamanos de hierro, y da la sensación de que si ponés una mano afuera va a estallar una sirena de bomberos. Creo que a veces el Hombre manosea demasiado.
Dentro de la cueva, a lo largo del recorrido, hay un lago subterráneo, uno de los más grandes del mundo, 177 metros, 9 de profundidad, 16º de temperatura, agua salada que se filtra desde el mar a través de las rocas.
En un momento, nos sentaron en unas gradas, suerte de auditorio, frente al lago. Apagaron todas las luces de la cueva. Aparecieron tres pequeños barquitos, iluminados, remando con lentitud. Dos de ellos, supongo, tenían una función meramente decorativa. El otro, tenía un pianista y dos violinistas, que durante quince minutos nos brindaron un concierto de música clásica. Adentro de una cueva, a oscuras, frente a un lago subterráneo. O sea.
No eran la Filarmónica de Berlín, está claro, pero vale mucho la idea, y sobre todo la imagen.
Una pinturita.
Adentro de la cueva estaba prohibido tomar fotos. Sin embargo, todos usaron sus cámaras. Era imposible, para los diez empleados de seguridad, controlar a trescientas cincuenta personas. Yo tomé fotos también, claro. Pero, al contrario que el resto del grupo, opté por tomarlas sin flash, no sólo porque me gustan más así, si no, sobre todo, for not disturbing las estalactitas.
Adentro de la cueva estaba prohibido tomar fotos. Sin embargo, todos usaron sus cámaras. Era imposible, para los diez empleados de seguridad, controlar a trescientas cincuenta personas. Yo tomé fotos también, claro. Pero, al contrario que el resto del grupo, opté por tomarlas sin flash, no sólo porque me gustan más así, si no, sobre todo, for not disturbing las estalactitas.