
Hoy dormí poco y me levanté temprano porque quería ir a conocer el Aquarium. Casi dos horas después de salir de mi casa, llegué. Cartel: entrada adulto general – 19.50 Euros. Mierda, pensé. Apagué el cigarro y me acerqué a la ventanilla:
- Hola, una entrada por favor.
- Sí, son 19.50

- Quisiera una entrada con descuento.
- Lo siento, nosotros no…
- Soy residente, estudiante y prensa.
- ¿Prensa dijiste?
- Prensa dije.
- ¿Tienes alguna acreditación?
- Sí sí, cómo no

Y le alcancé mi falsísimo carnet de periodista que un editor de una conocida revista de turismo

en Buenos Aires me hizo el favor de regalarme. De ahí en adelante, fueron todas sonrisas y poco faltó para que desplegasen una alfombra roja a mis pies. Me dejaron pasar gratis y me pidieron que me pegue en el pecho una calcomanía que decía “visita de PRENSA”. Ja.

Ni las fotos ni las descripciones son capaces de transmitir fielmente lo que vi allá adentro durante dos horas y media. Había peces que podrían camuflarse perfectamente adentro de un arcoíris o de una porción de papas fritas con ketchup. Peces que creo que robaron del Jardín Japonés. Peces que parecían recién salidos de la peluquería y peces que parecían diseñados por Alan Faena. Peces que parecían haberse metido tres pases y peces más aburridos que un bostezo. Plantas psicodélicas y manta rayas de cara tímida con mirada entre triste y patética. Caballitos de mar cubiertos de diminutas piedras brillantes y medusas solitarias y radioactivas que hacen siempre el mismo movimiento desganado. Hay peces que no sabés si tomarles una foto o fumártelos. Lo que no vi, lamentablemente, fue ningún axolotl. No tengo idea cómo son, pero estoy seguro de que no vi ninguno.
Creo que el dichoso carnet me va a hacer ahorrar mucho

dinero en estos meses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario