domingo, 2 de agosto de 2009

sábado, 1/8/09, Mallorca




Hoy a la tarde, como todas las tardes, peregriné por un territorio desconocido rogando encontrar a alguien que quiera explotarme a cambio de monedas. En cierto momento, ya agobiado de que se rían a mis espaldas, de que me vean como quien busca arena en Siberia, decidí tomarme un descanso. El descanso consistía en instalarme un rato a nadar por internet, claro está, con el mismo propósito de indagación laboral. En eso estaba cuando de pronto sonó mi celular: del otro lado una voz grave parloteaba en un español hermético, indescifrable: (…) Luis (…) agosto (…) de siete y media a doce y media (…) Peguera (…) pantalón negro. Es decir: hoy mismo tenía que presentarme para comenzar mi período de prueba como camarero. Y así fue. Luego de esperar el bus durante cuarenta minutos, otros cuarenta de viaje, más quince cuadras caminando, perderme dos veces y subir una colina, llegué siete minutos tarde, cuestión que me causo una bienvenida patronal de "ya contaba con que no vendrías". Habrá sido la voz de Luis, supongo, la que me había hecho intuir que me esperaba, como mucho, una taberna de los bajos fondos. En cambio, entré en un restaurante detallista, una terraza con vista a una serie de homogéneas casitas amarillas y preciosas que todavía no entiendo si son estilo colonial o mediterráneo (?). Entre una y otra hay una separación de unos cinco metros, a través de la cual se divisa un mar terso y remolacha, y más allá unas cimas montañosas irregulares con árboles en desnivel y lucecitas nocturnas. Para ponerle un moño. Ariel, el otro camarero, es, como no podía ser de otra manera, de Buenos Aires. En la cocina trabaja Asunción (gordita bonachona, asturiana y de poca paciencia) y Albino (portugués sesentón, de risa constante y sudor ininterrumpido). Luis, el dueño, se dedica a hablar de vinos y a fumar más que puta presa. A pesar de que pocas mesas estuvieron ocupadas y de que recién empiezo y mi currículum gastronómico es nulo, por ende mis tareas no abundaron, la jornada se me hizo eterna. Y vestido de negro y con zapatillas, alternando entre el calor de un sol hiriente y el de una cocina de funcionamiento indetenible. Luego, sí, la gloria bien merecida: cena de pizza y cerveza con mis compañeros. Mientras, junto a nosotros, Luis le gritaba por teléfono a su hija, sacaba de paseo sus conflictos familiares de una manera que en un día de mayor susceptibilidad me hubiese causado indigestión. Es que desde que se separó, me explica Asunción, no para de pelearse con las hijas. Y él, que es tan buen padre, tan sacrificado, que vive sólo por ellas. Y ellas, no sé cómo no les da vergüenza responderle de esta manera. En cambio mi padre, que en paz descanse, continúa Asunción, apenas murió mi mamá se casó con otra, y a nosotros, sus hijos, nos dejó en un olvido grosero. Y luego tuvo un hijo con la otra, y fue todo para él. Pero cuando murió mi papá, claro, los que nos encargamos de todo fuimos sus hijos anteriores. Que en paz descanse.



En fin, que por el momento ya tengo trabajo. Hurra hurra. Lo tengo siempre y cuando pase mi período de prueba, y aún así, sería sólo por agosto. Inconvenientes: queda lejos de mi casa y para ir dependo del ineficiente sistema de transporte público mallorquín. Para volver ya no hay buses, y no tengo ni auto ni bicicleta, de manera que veré cómo me las arreglo. No pienso caminar treinta y cinco kilómetros por madrugada, ni caer en el abuso de pedirle a Ariel o a Luis que todos los días me dejen en mi casa. Gran incógnita a resolver. Por otro lado, no tengo fines de semana libres ni día franco. Trabajo de lunes a lunes, sin excepción. Y si me baso en eso, el sueldo no es bueno.



De todos modos, teniendo en cuenta la apocalíptica coyuntura actual, tengo que tragarme todo eso, entre otras cosas, y aclamar o susurrar una sola palabra: hurra.

1 comentario:

  1. periodo de prueba con un mar remolacha de fondo, molinos quijoteanos que esconden guiños de cortazar, rincones de viejas chismosas y madrugadas de 35 km por suerte en bajada. Algun dia la memoria te va a dictar una novela y yo la voy a comprar y la voy a leer en verano abajo d euna pergola. Un beso con sabor a melon
    maria

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